viernes, 15 de enero de 2010

LA ULTIMA FOTO

LA ULTIMA FOTO

La culiá ta ahí, en la otra pieza. Ya, ¿puedo entra ahora? Pase nomás mi amor. Le respondió el tipo obeso, sucio que hablaba con el doctor ha eso de las cuatro de la madrugada en un motel de mala muerte a las afueras de la ciudad. El gordo vestía calzoncillos viejos, de esos con el elástico gastado, sus piernas, al igual que todo su cuerpo, carecían de toda vellosidad, las uñas de sus pies, mal cortadas y amarillas, se encarnaban en sus gruesos dedos carcomidos por los hongos, llevaba puesto encima una bata de seda púrpura con diseños japoneses, la cual le quedaba bastante corta y le daba una apariencia circense lo que había causado la risa del doctor apenas entró al cuarto. Gordo hijo de puta a que puta de mierda le robaste esa finura. Cállate mi amor y mejor mira la que tengo que mostrarte. Que decirte, weon. La misma wea. Mientras le contaba lo sucedido se percató del orden de la habitación, la número 11, olía a repelente para insectos y el cuerpo lipídico del gordo, todo transpirado, fermentaba alcohol. Menos mal que al parecer no había mas gente en el motel. Hacía frío y había niebla. La culiá ta ahí, en la otra pieza. Ya, ¿puedo entra ahora? Pase nomás mi amor. El gordo le paso las llaves de la pieza contigua, el otro dio media vuelta tomó la mochila que había dejado sobre la cama, caminó tres pasos y llego a la puerta e hizo un ademán de abrirla, volteó la cara, miro de arriba abajo al gordo. Esta te cuesta cara. Volvió la cara, abrió la puerta y no alcanzo a escuchar los gemidos del otro.
Antes de abrir la puerta de la habitación 12, sintió un escalofrío correr por todo su cuerpo, tomó la petaca de whisky malo que llevaba en el bolsillo de su chaqueta, abrió la tapa, bebió uno o dos tragos, la guardo en el mismo lugar, iba a abrir la puerta cuando notó nuevamente el olor a repelente de insectos, esta vez mezclado con un dejo a mierda y vómitos alcohólicos, al entrar estos se acentuaron, el cuarto era un asco, el piso de alfombra gris estaba decorado por restos de un pollo asado a medio comer, vidrios rotos, había mierda en parte de las paredes, un pote con palta negra, en una esquina un cenicero rebalsado de colillas y pisco, en una esquina parte de la pared y la alfombra quemada, la otra, meada, un desatornillador clavado en la pared dejaba ver restos de pelo en él, revistas porno en blanco y negro esparcidas por donde sea y una buena cantidad de vómito adornaban la TV de 21 pulgadas que incluía la habitación, sobre la cama , el cuerpo de la gorda yacía boca abajo, desnudo, lacerado, sangraba por el culo y había notorios signos de violencia contra él, se percató que muchos de ellos habían sido provocados después del deceso. Pobre gorda – pensó el doctor- y tan bien que le saltaban las tetas cuando la tenia uno encima. Sacó una cámara, de esas digitales, y tomo unas fotos a la escena que tenía ante si.
La cagaita que dejaste, te va a salir el triple que la última vez. Vo sabis que ahora no tengo plata, pero que ya me llega. No me importa gordo culiao. Dio media vuelta, iba a marcharse cuando escuchó que el gordo le decía: Mi amor, te vai y ya sabis que te cago pal resto de tu vida. Bueno pero me pagai en cuotas.
Salió de la habitación 11, abrió la puerta de la 12 y por primera vez en la noche se puso nervioso, algo faltaba en la pieza, estaba el mismo desorden, el mismo olor a mierda y vomitos, el mismo pollo asado a medio comer sobre el piso, el frasco con palta y la TV de 21 pulgadas, pero faltaba algo, sobre la cama, si sobre la cama ya no estaba el cuerpo de la gorda, lo reemplazaba un charco de sangre y zancudos revoloteaban a su alrededor, rápido sacó una foto, rápido volvió donde el gordo, cuando entró, este yacía en el sillón, muerto, cubierto de sangre.

Cuando la policía llegó al lugar, avisados por el fuerte olor a putrefacción de la habitación número 11, encontraron dos cuerpos masculinos tirados sobre la cama y una cámara, de esas digitales, con una única foto que mostraba a una gorda vestida con bata de seda de diseños japoneses, con un falo plástico amarrado a su cintura penetrando a uno de los dos muertos que estaban en la cama.

De la gorda jamás se supo nada, mucho menos de quien sacó la última foto.